Tuesday, July 24, 2012

Dia 5

Dios bendiga las drogas fuertes

Despierto (casi) como si nada. El frugal desayuno tropical (hasta el momento inexistente) se ve reducido el día de hoy a una cucharada sopera de cereal de cajita, humedecido con una cucharada sopera de yoghurt.

Salimos rumbo a la punta norte de la isla. Según nuestro guía (al que vamos a llamar Carlos por ser ese su nombre), ese es el lugar que se ve en tantas películas y series y posters y fotos y vídeos y programas y...

Hombres y mujeres de cuerpos esculturales bronceandose en la arena.


Grandes y terroríficas olas golpeando sin piedad los millones de kilómetros de playas que tiene este lugar.


Señoras con tubos de bronceador en las manos persiguiendo a niños con palas de plástico en las manos que persiguen a perros con collares de colores en el cuello que persiguen a las gaviotas casi siempre blancas que buscan animales con concha entre las grandes y terroríficas olas del mar.

Un señor a bordo de un camión de helados y un millón de niños que solo sueltan sus palas de plástico de colores a cambio de un helado que el señor les dará a cambio de cierta cantidad de dinero.

Millones de hombres y mujeres desafiando las grandes y terroríficas olas armados solo con una tabla de fibra de vidrio y todo el equilibrio del que son capaces de disponer.


Si, estamos en el paraíso.

O casi.

El paraíso vive aquí pero en estos momentos está de vacaciones en otra isla, y de todas las promesas que nos hizo, sólo dejó algunos pocos cuerpos no tan esculturales y un camión de helados que vende solamente a los turistas incautos que no saben que el helado de McDonalds es más barato y sabe igual.

Aquí no hay niños corriendo ni mamás que los persigan.

No hay gaviotas ni animales con concha.


Las olas más salvajes de la isla están descansando y en su lugar dejaron una alberca salada.


Los valientes surfeadores se quedaron a dormir en sus casas y hoteles...



Pero el lugar sigue siendo espectacular.

Y el pueblo más cercano al lugar es todo lo que uno espera poder ver al venir aquí. Edificios chaparros y de colores. Pórticos con mesedoras. Campos interminables de cosas verdes. Árboles frondosos que dan suficiente sombra para tapar una granja. Calles apenas pavimentadas. Tiendas de cosas de surf por todos lados. Bares de deportes con clientes fachosos y meseras amables. Plantas y plantas. Motivos marinos. Colores. Se te cae todo encima. Nada de chinos.

Cuando juego al photoshop, me gusta aumentarle la saturación a las fotos que edito. Aquí no es necesario. El cielo es más azul que los demás cielos. El mar es más azul que los demás mares. Los sembradíos son más verdes que los demás sembradíos. El rojo es más rojo, el morado es más morado. No me gusta tanto exagerar, sobre todo tratandose de este país, pero este lugar tiene tanto color que me emociona.


El mar está tan tranquilo que hasta la montaña se quiere meter a nadar. Un pedazo de cerro se cae y bloquea la carretera de regreso. Hay que dar un rodeo de dos horas. Una hora y media por la carretera junto al mar. Anocheciendo. 25 grados centígrados.
Mientras los demás discuten de abogados y relaciones difíciles, me enchufo el aparatito y escucho la colaboración de los Chemical Brothers con Wayne Coyne de los Flaming Lips. Una y otra vez.
Walking along the supposed golden path...
Walking along the supposed golden path...
Walking along the supposed golden path...
Walking along the supposed golden path...

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