Nos dijeron que tenía más de mil escalones, para variar no les creímos.
Nos dijeron que no era cualquier cosa, para variar no les creímos. Nos
dijeron también que valía la pena. Les creímos. Nos avisaron que a las 6
pasa la grúa y se lleva los coches que estén en la calle del hotel. En
este caso la fuente era un letrero así que le creímos.
Nos levantamos a las 5:40.
Arrancamos el coche.
Llenamos el tanque de gasolina.
Salimos rumbo al volcán.
Llegamos a la base de la escalera.
Y vimos que no exageraban.
En realidad eran 1033.
Y la vista desde la cima, para variar, maravillosa. De un lado, el cráter del volcán.
Todo eso que se ve adentro es un parque natural que está retacado de
plantitas y plantotas y arbolitos y arbolotes. Desde arriba, como se ve
en la foto, sólo se ve verde. No bajamos por ese lado básicamente porque
estaba prohibido, pero ganas no nos faltaron.
Del otro lado se ve el mar. En realidad el mar se ve por todos lados menos uno, pero del lado que hablo se ve rebien.Que
el puerto, que los barquitos, que la escuelota, que la carretera, allá
al fondo la ciudad con sus edificiotes, un poco menos allá el otro
volcán, un poco menos allá el cráter que está abierto y da al mar, y
finalmente, al pie de la montaña, un pueblo de cuyo nombre no es que no
quiera sino que nomás no me acuerdo.
Antes de que fuera hora de
desayunar, regresamos al hotel para acompañar a la jefa que por razones
de soberana enfermedad no nos pudo acompañar. En cuanto llegamos, todos
sudados y enterregados, yo me quedé dormido y medio me valió lo que
hicieron los demás. Más tarde me enteré de que no hicieron nada. Así
que, cuando ya era más tarde y ya me había enterado de que no habían
hecho nada en todo el tiempo que yo estuve dormido, me avisaron que ya
se iban a dar la vuelta al cráter del volcán previamente subido por
algunos de nosotros. Yo me sentía dormido así que no hice nada.
Cuando
desperté visité la alberca y me di cuenta de que esa parte del hotel
también estaba bien fea, pero tenía una vista que, a pesar de no ser al
mar, estaba bastante decente.
Llegó
la hora de comer que es bastante más tarde que mis horas habituales de
comida, lo que significa que el atardecer estaba en su esplendor cuando
llegó la hora de comer. Salí al encuentro de los que no estaban dormidos
y en el camino me tocó ver una puesta del sol más de esas que tanto me
gustan.
La
comida china es grasosa, muy abundante y muy cara, y, para variar, la
sirven chinas que no saben hablar otra cosa que no sea chino.
Unas horas más tarde me arrepentiría de haber comido tanto arroz pegajoso.
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